El Origen del Cotoísmo

Y el Dios cotorro dijo: Hágase el Coto....y el Coto se hizo.

Frases como esta componen una serie de versículos referentes a la cultura del Coto, y una serie de Apóstoles durante los últimos años se han encargado de darle luz y vida a esto, que más que ser una religión, secta o creencia, es una forma de ser... como HakunaMatata.

Pero, ¿De dónde viene esta actitud del Coto?
¿Quiénes se encargaron de empezar a llamar Coto a todo lo Coteable?

Todos en este mundo Bloguero se han dedicado a hablar del Coto, pero nadie lo sitúa en un origen. Pues bien, yo conozco la historia, y creo que debería contarla. Quizás no soy el encargado para hacerlo, pero, quien la sabe mejor que yo, tiene un severo peso de Comanderismo sobre sí, (aunque siempre lo niegue) el cuál quizás no lo ha dejado ocuparse del ocio del Post.

Pues bien, ahí les va.

Fue hace algunos años, cuando May Flowers todavía iba a la Universidad (al menos, eso suponía su familia). May Flowers (a quien así bautizaría el coto en algún momento) iba rumbo a su casa en el metro de la línea 9 (pa los ñeros "la línea café") cuando en un vagón encontró a quien después el Coto mismo bautizaría como "el Zar del Coto", conocido hasta ese momento por sus cuates como "El Cuadros". Este amigo conocía a May Flowers de tiempo atrás, en múltiples pedas, reuniones, tocadas y hasta en madrizas. Amigablemente, May Flowers saludó al Zar y prosiguieron su viaje, pues sus hogares se ubican en sitios cercanos. La actitud del Zar siempre ha sido la misma, el típico wey que le gusta "picudear", es decir, chingar al vecino sin ningún motivo específico, por tal motivo, si no navegas en su frecuencia, es un poco incómodo ir a su lado. May Flowers lo sabía, no obstante, se aventó el viaje con él.

Durante la travesía, el Zar picudeó dos veces a distintos ñeros (lo cual es fácil en la línea 9, pues siempre viajan Chacas de la Pantimedia, la Zaragacha y en sí del lejano oriente, léase Tepalcates, Canal de San Juan, NezaPunk, Espanta Martha y hasta los Reyes la Paz). La situación se puede tensar un poco, pues estos camaradas siempre responden de alguna manera, y a nadie en su sano juicio le gustaría tener un enfrentamiento absurdo por los picudeos del Zar.

A cada intento chingativo del Zar, May Flowers le decía:

-Aguanta Cuadros, tranquilo.

-A lo que el Zar contestaba- No hay pedo mi cuach, es puro "Coto".

Al final ambos camaradas llegaron a su destino, May Flowers se despidió del Zar y se dirigió a su casa pensativo. Cavilando ideas, entre la Humildad Pinos y el Metro Velódromo, May Flowers fue iluminado por un rayo de luz en su cabeza, entendió el mensaje del Zar y decidió compartir su experiencia.

A partir de entonces, May Flowers contó a mucha gente la anécdota, y todos se fueron dando cuenta del mensaje del Zar: "Es puro Coto", claro, esa actitud despreocupada, aprovechar la vida como se te hinche, procurar vivir intenso, absolutamente todo eso, es puro Coto.

Fue entonces que se encontró la palabra justa para englobar todas aquellas cosas que nos llevan a la vida airosa, el picudeo, el malorismo, el valemadrismo y las forevereadas; vividas en pedas, fiestas, tokines, reuniones, campamentos y hasta orgías. Es el Coto esa esencia parecida al Éter, que pasa por nuestras venas para decirnos que la vida es corta y hay que vivir al 100.

En conclusión, el Coto ya estaba ahí, pues es eterno, sólo que hacía falta saber su nombre.

Considerando todo esto, empezaron a surgir apóstoles del Coto, dedicados a repartir la doctrina del Cotoísmo por todos lados, desde la cuadra hasta la Colonia, la Universidad, la Chamba y hasta otros países. El Coto mismo fue bautizando a sus soldados, y así surgieron personajes como: Fandango Man, El Sorprendente Hombre Coto, El Hombre del Brasil, el Inolvidable Zar del Coto, el Hijo Prodigo del Coto, el Apóstol del Coto y el Artopisto del Coto, por mencionar algunos.

La imagen del Dios Cotorro también se abriría paso de acuerdo a distintas revelaciones de Templarios defensores del Coto, así como muchos preceptos y bonitas costumbres que le darían al Coto, esa magia con la que hoy lo conocemos.

Pues dicho lo anterior, espero contribuir un poco más con tan bonito culto, y espero que día con día existan más historias del Coto, pues pienso que definitivamente son historias que merecen ser contadas.

Y ahora me despido de ustedes, pues tengo un Coto que atender.

Sean Felices y Cotorros.

METAL.