domingo, junio 03, 2012

Y seguimos siendo "Curados".

No los veíamos desde el 2008, cuando en la misma ciudad, el Chali y yo iniciaramos una bonita costumbre de juntarnos en Barça para vernos y al mismo tiempo compartir un concierto. A aquel le seguirían AC-DC y Aerosmith. En este 2012 volvemos a ver a los Cure. Sinceramente lo puedo seguir haciendo, aunque el cuerpo ya no da para tanto. El PrimaveraSound es un Festival alternativo, es difícil conocer a alguna banda de las que tocan ahí. El pasado viernes, era obvio, toda la banda iba en busca de los Cure.
Llegamos una hora antes, dimos un rol por el Forum (un sitio particular, ya que son explanadas a pie del mar en la que se colocan escenarios y puestos de venta de comida, chela y accesorios) buscando que comer. Después de un par de Hotchos y su respectiva San Miguel, nos ubicamos para esperar al concierto. Nos colocamos justo al centro, a unos 15 metros del escenario, desde donde ya se veía un bombo con la tipografía ochentera de The Cure.
Puntuales a la cita, los Cure salieron con tan solo un minuto de retraso. Como suele ser, primero Jason y Roger a ocupar teclado y bateria, seguidos por Simon y finalmente Robert, quien no aparenta ser la estrella, aunque la gente lo ovaciona nomás aparecer. Algo que ya también se hizo costumbre, abrieron con Plainsong, esa canción celestial con intro larguisimo que da la oportunidad de conectarse a la catarsis Curesca y pintarlo todo de azul, verde junto con humo a mansalva.
La preciosa guitarra negra de Robert venía acompañada de la leyenda "2012: citizens not subjects", la cual, indagando un poco, puede estar relacionada con la crisis que azota a la Unión Europea. Un detalle que el Chali apreció es el escudo del equipo de Soccer favorito de Simon sobre su ampli. Un dato curioso es que, apenas terminar la primera rola, un nuevo músico se unió a los otros. Se trataba de Reeves Gabrels, un guitarrista senior que normalmente toca con Bowie; este fue el fichaje de los Cure para la gira veraniega. El hombre desentona con el grupo, es notariamente mayor, pero su guitarra le dio un punch especial a muchas canciones.
Durante una hora, se desató un bombardeo de rolas legendarias, ya que después de Plainsong vino Pictures of you, HighEnd of the world, Lovesong, Push, In between days y Just like heaven, en esta última, el Chali le marcó al Vic para que recibiera el mensaje de lo que acontecía en Barcelona en tales instantes. 
Y entonces empezó lo alternativo, Robert comenzaría con su guitarra acústica y los acordes de From the edge at the deep green sea, seguida por el nuevo tema The hungry ghost, un par de canciones que la chica que estaba frente a mi, ya no conocía. Sin desánimo empezaron con Play for today, esa canción en la que la gente corea la parte del sintetizador, seguida por A forest, para no perder el hilo del maravilloso Seventeen Seconds (Chali y yo recordariamos el famoso "manaqueim" acompañado de risas naturales y nostalgia"). Al final de Un Bosque, Robert le cantaría el Happy Birthday a Simon, quien ese primero de julio cumplía 52 años, de los cuales más de 30 siendo el bajo de The Cure y sin duda el segundo al mando. 
Vendría entonces una combinación agridulce, que comienza con el viejo y alternativo tema Banana fishbones del Top después Lullaby y The walk, coreados y aplaudidos, seguidos por Mint Car, la introducción perfecta para el momento más eufórico del concierto: Friday I'm in Love, era viernes y un dulce viernes en el que miles de almas se entregaban al comercial tema emblemático del Wish, y unos de los más conocidos de The Cure en España.
Entonces empieza el homenaje a los 20 años de ese Wish ya que a Friday le seguiría Doing the Unstuck (mi canción favorita de The Cure, cuyo estribillo abre mi Tesis Doctoral y que le agradecí en el alma al Robert, ya que era la primera vez que la escuchaba en directo). Este homenaje termina con la nostálgica Trust seguida por la densa Want y Wrong Number, donde el guitarrista invitado se dio vuelo con los solos. Terminaría estas dos primeras horas con dos legendarias: One hundred years y Disintegration, sin duda después de Friday I'm in love, el concierto se tornó muy personal y sólo para auténticos fans. 
Es obvio que cantar Disintegration ya fatiga en demasía las cuerdas vocales de Smith, con lo que este sería el final del primer acto. El regreso fue aún más arduo para aquellos que iban solo por hits, ya que los Cure se marcaron tres rolas que nunca hubiera esperado oir: era el encore "Kiss me kiss me kiss me" que empezaron con The Kiss, seguida por If only tonight we could sleepFight, que no tocaban desde el 87, según Robert. Esto convirtió el concierto en un acto solemne, sólo para conocedores, a lo que el Chali concluyó: Los está torturado.
Volvieron a irse para regresar con otra joya del Top: Dressing up agradeciendo el aguante de la banda diciendóles que eran un público muy gentil. Suavizaron entonces la densidad con Lovecats, iniciando un juego de "hit" contra "desconocida" pues siguieron en pares con The bloodThe caterpillar, una versión sublime de un tema tan emotivo. El publico volvió a corear con La oruga que sería una perfecta introducción para el épico Close to me, con lo que el barrio se volvió a entregar a los Cure. Vendría entonces una rola más que desconocida, un B-side del 83, Just one kiss. Mucha gente estaba contrariada, pero... qué te puedes esperar de una banda que tiene más de 100 canciones grabadas???
A continuación vendría el cierre con Let's go to bed,  el nuevo tema Sleep when I'm dead cerrando con la psicodélica Why can't I be you.
Entoces se fueron y sólo volvieron para cerrar como se debe con el esperado Boys don't cry. La gente se entregó de nuevo y todos fueron felices.
Nostros hicimos lo propio, Chali quejándose de su molida espalda y yo de mis pies. Nos hacemos viejos, pero supongo que la próxima vez quizás sentaditos, seguiremos esta bonita tradición. Yo seguiré viendo a los Cure hasta que el Robert ya no pueda cantar el MANAQUEIM de A forest, espero siempre esté el Chali por ahí para hacerme segunda.

martes, mayo 15, 2012

Cerati: dos años de sueño profundo



Hoy, 15 de mayo, se cumplen dos años de que comenzó el profundo sueño-pesadilla de Gustavo Cerati. Figura central, protagónico del rock en español americano en las últimas tres décadas, el guitarrista y cantante argentino sigue en coma profundo, postrado en una cama, de alguna blanca habitación en la bonaerense Clínica ALCLA.

24 meses pueden parecer mucho, o poco, el tiempo siempre es relativo. Para los allegados al músico debe ser una eternidad y más si esta percepción se acompaña de la incertidumbre, pues nadie sabe cuando despertará Cerati, o si algún día lo hará. Las opiniones de su círculo más cercano se han expresado desde los extremos; por un lado su madre, Lilian Clark, representa el sentimiento positivo, de fe en que Gustavo volverá y se recuperará. Y por el otro Charly Alberti, amigo cercano, cómplice durante la larga carrera de Soda Stereo, que opina que deben dejar ir al músico, desconectarlo de las máquinas que lo mantienen vivo ante los pronósticos médicos sombríos que aseguran que el paciente tiene pocas posibilidades reales de salvar la vida.

Y, ¿qué decir de Cerati que no se haya dicho ya? Puso música, puso canciones en el soundtrack vitae de miles y miles de personas, sin exagerar. Desde la brillante Soda Stereo y durante y después de Soda con una genial faceta de solista, que explotó desde el aclamado Amor Amarillo hasta el Fuerza Natural, un álbum que, ironías crueles de la vida, es el que refleja al Cerati más positivo y luminoso que hayamos escuchado. Para muestra, algunas frases devastadoramente optimistas que se encuentran en esta placa: “Puedo equivocarme / Tengo todo por delante / Nunca me sentí tan bien” canta en Fuerza Natural; y en Tracción a Sangre: “Siento, que pasan los días / Y sigo adelante, tracción a sangre”. ¿Alguna más? Sí, Magia es otra oda contra el pesimismo: “No trates de persuadirme, voy a seguir en esto / Sé, nunca falla, hoy el viento sopla a mi favor / Todo me sirve, nada se pierde, yo lo transformo / Sé, nunca falla, el universo está a mi favor / Y es tan mágico…”.

Seis meses antes de que Gustavo Cerati sufriera el devastador ataque cerebrovascular en Caracas, a mediados de mayo de 2010, tuve oportunidad de asistir a los dos conciertos que ofreció en el Auditorio Nacional, si no me equivoco, en noviembre de 2009. En las dos fechas mostró que se encontraba en un momento cumbre de su carrera. Con 50 años cumplidos, sin nada que probar a nadie, consagrado, Cerati obsequiaba su mejor versión, la de un músico maduro, en plenitud artística y, aparentemente, física, pues por desgracia poco después se reflejó lo contrario.

Lo de Gustavo (sí, uno lo siente cercano para llamarlo simplemente así, “Gustavo”) es una desgracia para el rock y, en general, para la música que se identifica con el español, por una razón: todavía tenía mucho que dar. En una época donde las propuestas musicales de esta parte del mundo se confunden y disfrazan, se reciclan sin superarse, se extraña muchísimo la figura de un hombre que luchó siempre por reinventarse y mutar, desde las placas firmadas junto a Alberti y Zeta Bosio hasta sus años en solitario. Y es que cada disco de Soda Stereo se desmarcaba del anterior, así como había grandes diferencias entre sus discos solistas. Aquí se vale adjetivar: el Ahí vamos es rockerísimo; Siempre es hoy más introspectivo, visceral y electro; su etapa con el proyecto Ocio es lo más experimental, así como Bocanada es su álbum más brillante, el mejor logrado y el más ecléctico. Con Soda, marcó los años 80 con joyas que igual te hacían bailar como el disco debut homónimo de 1984 y una década después con dos discos adelantados a su tiempo, Dynamo y Sueño Stereo. Y que decir de su Unplugged, un show eléctrico, con un guitarrista magnífico, demoledor, que ejecutó quizá la mejor presentación de una banda iberoamericana en la saga de desenchufados para MTV.

Al pensar en Cerati como seguidor de su música se siente nostalgia, un sentimiento de perdida. No es que uno se lamente permanentemente por su condición de enfermo grave, como si se tratara de un familiar o un amigo, pero sí es notable acordarse de él tan seguido y tener tan presente su ausencia (y más en un día como hoy). Como fan, el deseo egoísta es que Gustavo despierte en algún momento, se recupere favorablemente y, sobre todo, siga creando música. Pero todo indica que, aún en el mejor de los escenarios, no volverá a ser el mismo. ¿Por qué? Porque su cerebro sufrió daños permanentes e irreversibles que comprometerán sus capacidades intelectuales, por no hablar de las funciones motrices y otras que lo convertirán en dependiente de por vida. Así, no esperemos otro disco, ni verlo empuñando una de sus fabulosas guitarras o en conferencias de prensa o entrevistas donde exponía, lúcido y con autoridad, sus ideas, sus conceptos, sus sueños… sus genialidades.

Queda la pregunta abierta para quien quiera responderla: ¿que sería mejor para Gustavo, mantener la fe como lo hace su madre Lilian o despedirlo como propone Charly Alberti? No es un cuestionamiento vacuo. Yo ahora mismo no sabría que responder; prefiero, mejor, como en Puente, “cruzar los dedos”. Y decirle gracias por la música, “Gracias por venir”.