jueves, febrero 08, 2007

El love en la prehistoria

Apenas el día de ayer apareció en el periódico una noticia que despierta sobradas preguntas. Un grupo de arqueólogos, dirigidos por una doña de nombre Elena Menotti, halló los restos de dos seres humanos del neolítico en las afueras de Mantua, a unos cuantos kilómetros al sur de Verona, ciudad italiana inmortalizada, por lo menos entre los que se dan a la lectura y al romanticismo de antaño, por el archicélebre y recontraremakeado, abaratado drama de Romeo Y Julieta. Su autor está de más nombrarlo; los que no se acuerden del hombre, recuerden que chespirito de ahí sacó su nombre.


Ahí tienen el mapa, una vez más cortesía de los altos señores de Google Inc., donde pueden apreciar el norte de la peninsula itálica y la localización de los lugares de los que estamos hablando. Muy cerquita de ahí, justo donde la costa comienza a dar la vuelta hacia la derecha, para más adelante dejar de ser italiana y convertirse en eslovaca y luego croata, se encuentra aquella otra ciudad de ensueño para todo visitante de Europa, osease, la mismísima Venecia, con canales, gondolas, basílica de San Marcos y su cuadríga robada de Constantinopla por mercaderes venecianos medievales, palomas y todo lo demás. Es ahí, justo a la derecha de donde marqué a Mantua, ese cuadrito de super alta resolución, a diferencia de sus alrededores, que de seguro no tienen nada de interés; bueno, por lo menos para los señores de Google Inc y sus satélites de poderosísimo ojo, que dejan cualquier pasada especulación sobre la guerra de las galaxias al nivel de las especulaciones de aquellos que sostenían que la tierra era plana. ¡No lo es! Google Earth lo demuestra, sólo denle zoom out al máximo y hasta le podrán dar giros al planeta a su gusto, de derecha a izquiera o al revés. A la izquierda de Verona, dato para aquellos gustosos por el futbol, se encuentra, por ahí debajo de los Alpes, la famosa ciudad de Milán, también conocida por sus sabrosas milanesas, que nos son aquellos cortes de carne empanizados, y por su nombre en italiano, dígase Milano, la tienda que viste al paisano.

El hallazgo resulta sorprendente, según la Menotti, puesto que hasta ahora no se sabía de ningún entierro doble que datara del neolítico, y aún más inaudito, porque no sólo es doble, sino que ambos fencidos, muertos, inhumados, moridos, se encontraron abrazados. Ahora podría seguir con una larga descripción de la posición de ambos esqueletos, como entrecruzan sus piernas y aparentemente acarician sus rostros, mientras sus miradas están fijas la una en la otra en el viaje tenebregoso y oculto del sopor eterno. Pero entonces parecería reportaje del siglo 19. Mejor les pongo la foto y ustedes se dan el quemón solos y echan a volar las neuronas y las glándulas suprarrenales.









Voilà!




Según el análisis de las dentaduras, es de suponer que se trata de ejemplares juveniles de Homo sapiens, uno de sexo masculino y el otro femenino. Pero no faltará quien diga que eran dos weyes echando love desde aquellos remotos confines de la prehistoria, sobretodo aquellos que somos dados a chacalear cualquier versión oficial de las cosas. Ahí se las dejo para que se claven, y adivinen sobre sexo, edad, ocupación, manías, vicios de estos dos que así quedaron para el resto de la eternidad, o por lo menos eso pensaban quienes los enterraron, que no se imaginaban que iba a aparecer una arqueóloga con sus picos, pinceles, brochas, reglas y camaras para exponer su desnudez ante los ojos de medio mundo. Dos cosas interesantes por ahora, ¿somos la eternidad del pasado?, y ¿qué desnudez es más desnuda, la de las bolas, o la de los huesos?

Yo me reservo por ahora mis conjeturas y opiniones sobre el hallazgo, ando muy cursi.